lunes, 9 de junio de 2014

El enemigo oculto de Pesadilla en la Cocina

¿Solo un reality gastronómico?

¿Tiene sentido hablar en un blog de salud mental acerca del programa televisivo de Alberto Chicote? Esta semana os invitamos a compartir algunas reflexiones que nos hacen pensar que sí.

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El caso es que, entre la irregular parrilla española, destaca en las noches de los lunes este programa de formato tan repetitivo como eficaz. Para quien no esté al corriente diremos que el asunto funciona así: un restaurante o bar en apuros busca la fórmula para salir del atolladero, por lo general consistente en acumular deudas y ver desfilar clientes hacia los locales de la competencia. Las víctimas de tal descalabro contactan con la cadena de televisión y, tras firmar un contrato de colaboración, se preparan para recibir a una especie de Equipo A gastronómico comandado por Alberto Chicote.

Chicote, afamado y rechoncho cocinero, amante del buen comer y de hablar a las claras, llega a la zona cero, se sienta a probar los platos, conoce al personal, analiza la rutina de trabajo y, una vez visto lo que se cuece detrás del ruinoso negocio, se decide a pasar a mayores. Con su característica espontaneidad y alopecia lingual desata un aluvión de verdades sobre los responsables del desaguisado. Obviamente esto da paso a que crezca la tensión, se rompan algunos platos y surja el espectáculo, que es de lo que se trata.

Razones para el cotilleo

Daría para una entrada o dos el analizar a fondo las claves del éxito de este tipo de realities televisivos. Entre ellas se encontraría sin duda la curiosidad que todos podemos sentir al fisgonear en la trastienda de algo tan familiar como el salir a comer fuera de casa. Pero no añadiremos mucha más leña al eterno debate de por qué nos gusta ver a otras personas interactuar en televisión. Preferimos remitir al lector interesado a uno de nuestros blogs favoritos, que fundamenta sus razonamientos desde un punto de vista biológico bastante esclarecedor. Por nuestra parte, nos limitaremos a confesar los dos motivos por los que nos gusta Pesadilla en la Cocina (a partir de ahora PELC).

El primero de ellos es que (asesorado o no) Alberto Chicote demuestra habilidades propias de un psicólogo bastante por encima de la media. En pantalla parece tener la intuición suficiente para valorar un entorno complejo y detectar: 1) Cómo se reparte el poder entre los miembros de la plantilla y 2) Cuál es el estilo de comunicación empleado para dirimir los inevitables conflictos. Además, sabe emplear intervenciones paradójicas, arroja luz sobre los dilemas y aprovecha bien los clímax emocionales para forzar lo más importante: una toma de decisiones que lleve al cambio.

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El segundo motivo es que nos gusta repasar el repertorio de diferentes problemas y desafíos a los que se enfrenta la gente, aunque parezca que los propios de un restaurante no tengan que ver demasiado con nuestras vidas. Esos problemas son los mimbres de la pesadilla semanal de Chicote. A veces se componen de asuntos específicos e inesperados, como ratones que pasaron a mejor vida y ahora reposan bajo los fogones. Otros obstáculos vienen a ser los sospechosos habituales para el cocinero, viejos amigos del oficio: la falta de higiene, la comida congelada, la descoordinación de las comandas, los roces entre socios...

Sin embargo, existe un problema que surge de forma esporádica y aún así parece ser capaz de escapar a la atenta supervisión de Chicote. Oculto en el lugar más visible del local manda negocios antes prósperos a la ruina más lamentable. Realiza ostentosas apariciones a lo largo del programa mientras observa el curso de los acontecimientos de forma impasible. No se le menciona ni ataca, como si fuera un enemigo invisible, o quizás demasiado complicado de manejar... Nos referimos al alcohol.

El enemigo oculto en la cocina

¿Hasta qué punto puede ser problemático el alcohol? Por respeto a la intimidad de los participantes de la versión española de PELC no vamos a personalizar al reflexionar sobre este asunto. Creemos que el telespectador puede repasar sus recuerdos o revisitar alguna temporada en busca de los diferentes episodios en los que el alcohol ha causado estragos, para así contrastar con lo que aquí se exponga. En algunos de los episodios el enemigo oculto aparecerá de forma sugerida y tangencial, como un visto y no visto. En otros casos su presencia será, paradójicamente, algo sangrante.

Fuente: REUTERS/ABDULLAH MUHSEN
Desde los camareros que se sirven cañas durante la jornada laboral, pasando por los cocineros que avivan su interés por los fogones litrona en mano, hasta las bodegas de selectos vinos saqueadas por sus propietarios, parece dibujarse una situación para nada extraña en el sector hostelero: la de beber en el trabajo, a veces en exceso. ¿Cuál es la lectura que se hace de este fenómeno?

Para Chicote y los espectadores que entramos de forma puntual en la vida de estas personas, la actitud que se demuestra hacia el alcohol -un producto más, al fin y al cabo, de entre los destinados a los clientes- nos puede parecer en ocasiones caprichosa, o más bien poco profesional. Para otros puede tratarse de algo trivial, completamente comprensible. Algunos lo justificarán alegando que, por etílico que sea, el producto les pertenece y pueden darle el uso que crean conveniente. Otros le quitarán hierro al asunto pues, si hay más gente que bebe en el recinto, ¿por qué no habría de hacerlo uno mismo? Parece que ni la voz en off que guía el programa ni el propio Alberto Chicote van más allá de ciertos comentarios puntuales apuntando que beber demasiado no va a ayudar a reflotar el negocio. Por lo general acaban haciendo caso omiso del elefante en la habitación para pasar a alguna otra cosa.

Para ser justos con el chef diremos que, obviamente, el objetivo del programa no es ayudar a superar los problemas mentales que puedan padecer sus protagonistas, aunque influyan. Entendemos que los participantes no han dado su consentimiento para ello y, por intuitivo que sea, Alberto Chicote no deja de ser cocinero. Pero el problema del alcoholismo está ahí, y nos preguntamos si se estará identificando cuando aparece dando la cara. En nuestra opinión el programa no es suficientemente explícito al respecto. Prácticamente nunca se menciona la posibilidad de que se esté sufriendo una adicción al alcohol. No se contempla que esa persona irascible, veleidosa, inmadura, esté padeciendo una enfermedad que altera de forma progresiva su personalidad.

Factores y personas de riesgo

Para no dejarnos influir demasiado por nuestra deformación profesional al interpretar este asunto decidimos llevar a cabo una búsqueda (no muy sistemática, hay que reconocerlo) en las redes sociales. Queríamos conocer la opinión espontánea de los espectadores cuando aparecía el enemigo oculto. Nos interesaba saber si consideraban o no que pudiera existir una enfermedad condicionando el desempeño de los protagonistas. Empleamos la red social Twitter para rescatar los comentarios del público empleando los hashtags correspondientes a programas en los que consideramos existía una dependencia del alcohol por parte de uno de los participantes. Visitamos también algunos foros offline populares con el mismo objetivo.

Salvo alguna excepción muy puntual (dos de cincuenta, aproximadamente) recomendando acudir a Alcohólicos Anónimos, la mayor parte de los comentarios hacían alusión al vicio, la afición a la juerga, al beber, a diferentes drogas... Unos más jocosos, otros más castigadores, casi todos los comentarios se lamentaban por la degeneración personal que veían en forma de altercados, exabruptos, torpezas y derrotismos propios de la intoxicación aguda, pero no parecían señalar vínculos con trastorno o enfermedad alguna. Dicha degeneración parecía algo como caído del cielo o, como mucho, consecuencia de una personalidad problemática desde los inicios. Es cierto que tampoco podíamos esperar mucho más de los subproductos de un programa de puro entretenimiento, pero la situación no dejaba de preocuparnos. ¿Por qué somos ciegos a este problema? ¿Por qué tan poca gente ve el elefante?

Montaje de Bansky.
Nos produjo una grata sorpresa descubrir que, en la versión británica del programa (Ramsay´s Kitchen Nightmares UK), sí hubo un caso que se detectó y trató de forma ejemplar. De hecho dio lugar a un agradecimiento público, allá en el año 2006, por parte de Lenin Dooris, uno de los participantes del programa, quien afirmaba que el chef Ramsay le había salvado la vida al hacerle afrontar su problema. Durante la grabación del programa Dooris había sufrido un desmayo, inicialmente atribuido a un posible infarto cardíaco, que posteriormente el propio cocinero reconoció atribuible a su delicado estado de salud física tras años de adicción al alcohol. Ello motivó una doble intervención por parte del chef Ramsay, quien aconsejó a Lenin que diera prioridad a su salud y abandonase el negocio hasta haberse recuperado, e incorporó al episodio una interesantísima entrevista a Michael Quinn, a quien conocemos durante este video:

Os recomendamos avanzar directamente al fragmento de 32:13 a 36:07


Nos parece básico resaltar la importancia de lo que afirma Quinn: “si cruzas la línea de la adicción y te haces alcohólico ya no puedes volver a ser bebedor social. [Lenin] necesita apartarse, la fuerza de voluntad ya no es suficiente. Para recuperarte necesitas rendirte y admitir tu derrota.” Así de duro y así de cierto. Tanto como esperanzador cuando se comprende y se lleva a la práctica.

Quinn habla de un problema real: la combinación explosiva que se produce cuando se juntan un entorno de riesgo para el consumo y determinadas personas con una predisposición hacia el alcoholismo, la cual no podemos conocer hasta empezar a beber. Desde hace tiempo sabemos que el 4% de la población española padece de alcoholismo, y la cifra de personas en riesgo de sufrir la adicción es mucho mayor. El de la hostelería, por supuesto, no es el único sector que puede considerarse de riesgo a la hora de desarrollar adicciones. Los representantes comerciales, los trabajadores nocturnos, los agentes de bolsa, los médicos... cada uno de ellos por sus propias razones, presentan una tendencia mayor que la media poblacional a la hora de desarrollar una adicción al alcohol u otras sustancias y conductas. La clave del asunto es: ¿cómo darnos cuenta de cuando ya no es un riesgo potencial, sino algo que ya está sucediendo?

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Quizás una de las razones por los que el chef Ramsay lo viera radica en su propia historia personal. Como él mismo ha reconocido, durante su infancia hubo de convivir con el alcoholismo de su padre, lo cual probablemente contribuyó a que llegado el momento se mostrase tan dispuesto a ayudar a Lenin. Pero no sólo vio el alcoholismo, prácticamente invisible para la madre del afectado, sino que decidió afrontarlo activamente, cambiando el rumbo del episodio en lugar de negar el elefante y hacer como si nada. Sin duda hace falta un marco mental y teórico, información que nos facilite percibir y comprender la realidad. Porque sólo existe para nosotros lo que podemos nombrar. Pero el conocimiento es sólo una parte de la solución.


Además del conocimiento hará falta valentía. Y primero tendremos que ser todos los demás, los que vivimos junto a personas que a veces necesitan ayuda, los que debamos cumplir con estos requisitos. No es tarea imposible. A veces un simple reality nocturno puede marcar la diferencia, y contribuir a que el enemigo oculto en la cocina se haga por un momento bien visible, tanto que la persona enferma pueda empezar a saber contra quién tiene realmente que luchar.