domingo, 21 de septiembre de 2014

Palabras que tu psiquiatra aprendió a abandonar (I). "VERDAD".

El trabajo del psiquiatra no solo implica saber cuándo recomendar o no el uso de fármacos. Debemos aprender a emplear las palabras de la mejor manera posible en beneficio de quien acude a consulta.

A veces las personas llegan para contarnos su historia y se sorprenden porque los profesionales preferimos no emplear algunos términos de uso común. Eso puede resultar molesto si no somos claros al explicar por qué actuamos así. Al fin y al cabo cada uno tiene su forma de expresar sus malestares, y el primer objetivo del tratamiento es obtener información sobre el problema.

Si las palabras son nuestras mejores herramientas, ¿por qué renunciar a algunas de ellas?

El motivo es que existen una serie de términos de uso cotidiano que no tienen mucha utilidad en consulta. Son palabras que pueden resultar engañosas y contraproducentes para quien las emplea, o incluso para el clínico que se deja atrapar por ellas sin darse cuenta.

A lo largo de diferentes entradas nos gustaría compartir con vosotros algunas de esas "palabras trampa", sospechosos habituales que llegan desde nuestras charlas del día a día con aparente inocencia, pero que por lo general sólo sirven para confundir y disimular los problemas a tratar en la terapia.

Hoy empezamos con un peso pesado: la tan deseada "verdad".




Cuando uno empieza a ejercer la práctica de la Psiquiatría, un dilema frecuente al que se enfrenta es acerca de cómo se las va a arreglar para discernir entre la mentira y la verdad, cómo discernir lo que es realidad de ficción. Una de las situaciones típicas en la que surge esta duda es ante los enfermos con delirios. Otra muy frecuente es la que se produce cuando los familiares dicen aquello de “cuidado doctor, que es muy listo y sabe engañar a todos los médicos”.

Entre los compañeros de profesión es recurrente la broma de “¿te has traído la bola de cristal?”. Al principio te pasa desapercibida, pero después de pelear a brazo partido con disquisiciones acerca de quién miente y quién dice la verdad, analizar un montón de casos, compartir anécdotas con los compañeros y habernos sentido sobrepasados muchísimas veces por tan magna responsabilidad, creemos positivo establecer unas cuantas conclusiones:

  1. No es función de la Psiquiatría (ni de ninguna especialidad médica donde también se pierden con frecuencia en este debate) sentenciar en términos de verdad o mentira. De hecho la palabra sentenciar da una pista acerca de quiénes son los responsables sociales de este cometido y según el caso con mayor o menor base de sustentación: la justicia.

  1. La verdad, como conocimiento certero de la realidad es algo dificilísimo de aprehender. Tiene muchas caras, muchas versiones, y cada persona tiene un relato acerca de su verdad que puede resultar tan certera como la contraria. Verdades absolutas y universales no hay tantas, así que es una palabra que casi siempre se utiliza de forma poco concisa en el contexto clínico.

  1. ¿Qué hacemos entonces ante las situaciones clínicas antes descritas? Analizar los discursos, en forma y contenido, pero no en términos de veracidad, si no de coherencia, de ajuste al contexto, de consonancia entre lo emocional y lo verbal, y lo más importante si ese discurso ocasiona un sufrimiento evidente a la persona, y le impide o no desarrollar su vida en los ámbitos más importantes : trabajo, familia y sociedad.

Ilustr. Bill Watterson.

En resumen, para lidiar día a día con nuestras ajetreadas vidas necesitamos algunas seguridades. Eso implica dejar de lado detalles y puntos de vista potencialmente infinitos para empezar a actuar. Sin embargo en consulta es necesario frenar y mirar con otros ojos. Debemos tomarnos el tiempo para examinar cada supuesto sobre nosotros mismos y juntar todo el valor posible para ponerlos en duda. Con suerte el profesional os echará una mano señalando a esta primera tramposa llamada "verdad".

Porque, por lo general, en lo que creemos evidente es donde anidan la mayor parte de los malentendidos.


Esperamos vuestro feedback y preparaos, porque la semana que viene abordaremos... la mentira.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Suicidios

Este miércoles 10 de septiembre se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio.

Como cada año los profesionales de la salud mental nos reunimos para llevar a cabo declaraciones públicas en diferentes foros.

El objetivo de estos actos es doble: por un lado los profesionales nos recordamos a nosotros mismos la importancia de seguir investigando y perfeccionando nuestras muy mejorables actuaciones a la hora de ayudar a quienes, desesperados, atentan contra su vida.

Este año, en Anábasis, tuvimos la suerte de poder aportar nuestro grano de arena, y por ello acudimos a la presentación de un manual monográfico sobre el suicidio, en el que colaboramos en calidad de coautores con un capítulo dedicado a la prevención de las nuevas tentativas suicidas y sus secuelas en supervivientes.

Para nosotros fue un orgullo poder participar en una obra tan rigurosa como exhaustiva, la cual creemos que se acabará convirtiéndo en toda una referencia dentro de su campo.

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El segundo objetivo de los actos públicos es el de intentar hacer visibles a la ciudadanía estas muertes que parecen distantes, silenciadas desde el punto de vista mediático y, por tanto, invisibles. Como afirma Andoni Anseán, Presidente de la Fundación Salud Mental España, estamos todavía lejos de haber asumido que el suicidio se ha convertido en el problema de salud pública número uno.

Anseán inicia el manual que dirige con un capítulo que lanza una advertencia clara: hoy por hoy no existe un Plan Nacional para la prevención del suicidio. Y ello a pesar de que el suicidio es desde hace años la principal causa de muerte violenta, duplicando ya el número de fallecidos por accidentes de tráfico, y siendo 12 y 68 veces más frecuente que los decesos por homicidio y violencia de género, respectivamente.

Aunque sólo sea para dirigir la mirada de las autoridades políticas hacia esta realidad vale la pena insistir en las cifras: una persona muere por suicidio cada 40 segundos en el mundo, y otra lo intenta pasados 2.

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Las estadísticas pueden ser impactantes (lo son), pero casi siempre resultan impersonales. Su capacidad para conmover tiene corto recorrido.

No así lo que ocurre con los suicidios de figuras mediáticas, como el más reciente (11 de agosto de este año) del actor estadounidense Robin Williams. Un suicidio cuyas repercusiones van más allá de la simpatía que un artista puede llegar a generar al emocionar con sus obras a miles de personas. Que un cómico se suicide tiende a abrir una grieta en la visión simplista que muchas veces sostenemos acerca del vivir.

Corresponde a los medios de comunicación y a los profesionales hacer una lectura responsable de estos desgraciados sucesos, para que al menos estas muertes puedan aportarnos algo en positivo a quienes pasamos a compartir sus ausencias. Es buena señal que, poco a poco, el sensacionalismo vaya deando paso a la concienciación y al rigor cuando se aborda este tipo de noticias.
    
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No quisiéramos extendernos mucho más hablanco del suicidio en el día de hoy, pues es un tema que sin duda requiere tiempo y calma para ser abordado, a lo cual nos compremetemos.

Sin embargo, no nos resistimos a rendir un último homenaje a otro artista que nos abandonó hace 6 veranos (12 de septiembre de 2008) tras años de padecer depresiones recurrentes. La desesperanza ligada a este trastorno mental, junto con una autoexigencia dolorosamente consciente acabaron conformando un sello personal que salpica casi todas sus obras, pero que también nos privó de seguir disfrutándolas.


Hablamos del escritor norteamericano David Foster Wallace, hoy tenido por uno de los mejores de su generación.

A los días mundiales y otras conmemoraciones institucionales, a las trágicas efemérides de los suicidios célebres, recomendamos hoy más que nunca sumar la voz en primera persona de la persona sufriente. Ante las preguntas que tantas veces quedan sin contestar, quién mejor que un artista para hablarnos de ese dolor, el que anida en cada suicidio.

Leer -pongamos- el relato de Wallace, La persona deprimida, es quizás una de esas pocas experiencias capaces de salvar el abismo de lo incomprensible, ése que nos separa de las personas que a veces no ven otra salida más que la de sus personalísimos suicidios, como sugiere el título del manual. Cada uno tiene el suyo, pero el motor es el mismo.

Porque, si conseguimos salvar esas distancias, si atisbamos el dolor, quizás podamos tener alguna oportunidad de ayudar. Vale la pena intentarlo.

sábado, 9 de agosto de 2014

Adicción a FOREX, ¿puede enganchar la inversión online?

© Twentieth Century Fox - All Rights Reserved


"La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena; es necesaria y funciona. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución. La codicia en todas sus formas: la codicia de vivir, de saber, de amor, de dinero; es lo que ha marcado la vida de la humanidad."

Gordon Gekko. Wall Street, 1987.


La frase, enunciada por ese exitoso Yuppie al que Michael Douglas ponía piel bajo la dirección de Oliver Stone, quería representar un cierto estado de ánimo, el de aquellos desacomplejados años ochenta de liberalismo económico que hicieron de la Bolsa de Nueva York su emblema.

Hoy en día los inversores como Gekko no están tan bien vistos como entonces. Por otro lado, su perfil se ha diversificado. Su hábitat ha dejado de limitarse a los rascacielos enmoquetados o los cada vez menos bulliciosos parqués de la bolsa. Si algo nos ha traído Internet es la posibilidad de llegar a todas partes sin movernos del salón de casa, y Forex es una de las señas cada vez más pujantes de esta postmodernidad líquida, de la que todos podemos reclamar nuestra porción.

La democratización de los mercados


¿Qué es Forex? Se trata de la exitosa contracción de Foreign Exchange trading, es decir, el mercado internacional de divisas. En él se lleva a cabo la compra-venta pareada de moneda de diferentes países, intentando hacer negocio gracias a las variaciones de valor de una de ellas respecto de la otra. La idea es sencilla: comprar barato y vender caro escogiendo el momento adecuado. Quizás no haya oído hablar de Forex hasta la fecha, pero le daremos un dato simplemente para situarnos. Se calcula que este mercado financiero mueve actualmente, en un día, un volumen de operaciones equiparable al de la bolsa de Nueva York durante un mes. Ahí es nada.

Pero esto no siempre fue así. Durante décadas los únicos actores relevantes en este mercado fueron los bancos, las agencias de inversión y los propios estados, por lo que se trataba de un sector más o menos acotado. Sin embargo, la irrupción de Internet y el desarrollo de software de fácil manejo han provocado un cambio sin precedentes: hoy en día este mercado tiene su mayor potencial y fuente de crecimiento en los inversores particulares. Cualquier persona con ganas de invertir puede, tras descargar e instalar en su ordenador un programa relativamente sencillo, comenzar a especular con divisas desde su hogar u oficina.

¿Por qué Forex es cada día más popular? Existen varios motivos. Se trata de un mercado esencialmente desregulado, sin organismos de supervisión ni intermediarios oficiales a los que haya que pagar comisiones para operar, como ocurre en la bolsa de valores. El nivel de apalancamiento permitido es alto, es decir, con un aval relativamente modesto podemos negociar cantidades proporcionalmente muy superiores a nuestra liquidez disponible. Por otro lado, hace falta poco dinero para comenzar a jugar (entre 200 y 5000 euros). Aparentemente todo son facilidades.

Pero quizás su mayor atractivo (y también potencial peligro) lo constituye la alta volatilidad del mercado, debida a las rápidas fluctuaciones de unos activos que no se vinculan a la marcha real de la economía de cada país, sino a previsiones de futuro dependientes de múltiples (y discutibles) indicadores. Esto plantea ante el inversor aficionado un horizonte de pingües ganancias en relativamente poco tiempo si se toman determinadas decisiones en el momento adecuado. Pero las pérdidas, como nos recuerdan casi todos los tutoriales y manuales de Forex, pueden estar igualmente a la orden del día si no nos andamos con ojo.


¿Un negocio al alcance de cualquiera?


Las webs y los foros dedicados a Forex son abundantísimas (39,6 millones de resultados en Google en el momento de escribir esta entrada). La mayor parte de su contenido se concentra en torno a:
  1. información para introducirse en el mundo del Forex.
  2. solicitudes y aportaciones de consejo para invertir mejor.
  3. experiencias personales como traders, tanto positivas como negativas.
Si realmente las personas tomaran sus decisiones económicas según el modelo teórico del Homo oeconomicus (evaluando racionalmente los recursos disponibles y maximizando sus ganancias al menor coste posible) la psicología no jugaría un gran papel en Forex, y todo sería una cuestión de formación técnica adecuada o insuficiente. Sin embargo la situación es otra. No son raros los artículos que nos sugieren cuál debería ser la actitud personal a la hora de invertir. En ellos se abordan algunos aspectos psicológicos procedentes del sentido común, por ejemplo:

Psicología del inversor: “estudie su inversión (tomarse tiempo para reflexionar). Deje continuar sus ganancias (es decir, no vender impulsivamente). No se case con sus operaciones (no aferrarse emocionalmente). No apueste su casa (no dejarse llevar). Acepte sus errores y aprenda de ellos”.


También existen numerosos vídeos dedicados a este asunto, como este o este:

Tras revisar una muestra de este material no es difícil señalar algunos de los enemigos recurrentes del inversor: el exceso de confianza, el descontrol emocional, los ardientes deseos de recuperar las pérdidas recientes o la poca disciplina, entre otros. Como profesionales de la salud mental, estos enemigos nos suenan a sospechosos habituales. Es difícil dejar de pensar en la relación que existe entre juegos de azar y ludopatía. ¿Puede tener esto algo que ver con Forex?

Vista desde fuera, la manera de invertir en Forex podría parecer mecánica e inofensiva, y de hecho muchos recomiendan encarar su participación en este mercado como un oficio, una rutina carente de emoción: encender el ordenador, abrir el software, supervisar los gráficos de evolución de forma intermitente, apurar los minutos mientras queden mercados abiertos a lo largo del huso horario, comprar, vender, o bien esperar, no hacer nada.

Lo que proponen muchos de los traders más experimentados, o bien esa creciente hueste de brokers que se ganan la vida “enseñando a invertir”, dibuja una actividad más parecida a la pesca que al estimulante regateo del zoco. Sin embargo, las recomendaciones de prudencia parecen coexistir con la burbujeante ambición propugnada por Gordon Gekko al son de “es fácil hacer dinero si sabes cómo”. Sería algo así como animar a la gente a sacar la caña del trastero con la idea de que todos nos merecemos atrapar a Moby Dick. El mundo que rodea Forex se encuentra preñado de esta ambivalencia, y de diferentes personas lidiando con ella, con resultados dispares. ¿Con qué herramientas contamos para hacerlo?



Homo oeconomicus vs Homo ludens


Vía: http://www.2stroke.co.za/blogs/behavioural-economics-social-media
Como animales que somos, hemos sido programados para responder a los incentivos del entorno con el objetivo de sobrevivir y transmitir copias de nuestro material genético. Estamos orientados, por pura lógica evolutiva, a buscar el beneficio y evitar el daño. De ello se encarga nuestro sistema de control motivacional, antes llamado sistema de recompensa y castigo. Por consenso social, el dinero actúa sobre este sistema como un reforzador universal. Es decir, a pesar de que no alimenta ni incrementa nuestras opciones reproductivas de forma directa, sí permite acceder indirectamente a toda clase de alimentos, parejas fértiles, refugio, etc. Por ello el dinero es vivido como beneficioso y resulta altamente deseable en todas las culturas que acuerden emplearlo de forma simbólica como representación del valor, no siendo la única, pero sí la más extendida.

Este sistema de control motivacional, que discrimina lo deseable de lo repulsivo, se ha servido durante millones de años de las emociones para hacer su trabajo. Sólo muy recientemente en nuestra historia evolutiva hemos adquirido un lenguaje verbal que complementa este sistema y nos permite llevar a cabo evaluaciones racionales “en frío”. Pero el sistema no es perfecto. Como si fuera una “versión beta” de la cognición humana, este modo racional de evaluación y planificación -aunque prometedor- está lleno de agujeros por los que se cuela nuestro “magma” emocional de toda la vida. Frente al dinero esto solo se hace más evidente. La simple perspectiva de ganar o perder dinero viene siempre acompañada de una cierta carga emocional, cuya intensidad será proporcional a su cuantía relativa. Hallazgos como estos han dado lugar a campos enteros del conocimiento, como la neuroeconomía o la economía conductual (behavioral economics).

Cada vez es más evidente que, en contra de lo que pensaban los defensores del Homo oeconomicus, las decisiones del día a día se encuentran inevitablemente ligadas a nuestro repertorio emocional. Cuando uno se sienta frente al ordenador para invertir en Forex, lo hace con todo este aparataje emocional preparado para lanzar señales de “¡adelante!” o “déjalo y mejor vive otro día”. El asunto clave aquí es que las emociones van a aparecer, lo queramos o no, en el transcurso de algo que quisiéramos que fuera puramente racional (como aconsejan los expertos). Y esas emociones, además de distorsionar el proceso de invertir de varias maneras, pueden llegar a gustarnos. De hecho, tiene sentido que sea así. Las emociones positivas asociadas a la ganancia de dinero promoverán que repitamos la conducta de intentar ganar más dinero, de la misma forma que disfrutar de la comida favorece que volvamos a tomarnos la molestia de salir a conseguir alimentos.

Así es como vamos transitando, paso a paso, desde ese Homo pretendidamente económico, que simplemente quería complementar su salario, al Homo ludens que disfruta con ello y hace del disfrute una motivación relevante. Y es que ambas partes conviven en nosotros: el tímido e incipiente mono racional junto con esa emotividad primigenia que contribuye a conformar nuestra cultura a través de los juegos, los ritos y el gozo que éstos proporcionan.

Pero, ¿qué papel juega la adicción en lo que hemos planteado hasta ahora?



Ludopatía inversora


Existe un enorme desfase entre evolución biológica y evolución cultural. Esto implica que nuestro organismo se encuentra diariamente con versiones “destiladas” de estímulos apetitivos para las que no se encuentra preparado, ya sean bebidas alcohólicas de alta graduación, azúcares refinados, cocaína, sexo desafectivizado, y un largo etcétera. Este es el origen de las denominadas enfermedades de la civilización.

Los estímulos “destilados” o mejorados artificialmente encajan en nuestro esquema de incentivos, pero lo hacen como estímulos supranormales, es decir, capaces de secuestrar nuestra motivación de forma tan intensa que el resto de estímulos adaptativos quedan momentáneamente ensombrecidos. Son famosos los experimentos con ratones de laboratorio que, puestos a elegir entre comida o cocaína, fallecen de inanición presionando la palanca que liberará los polvos blancos.

¿Podríamos decir que Forex nos expone a estímulos supranormales?

Sin duda. La expectativa de obtener dinero de forma más o menos inmediata y en grandes cantidades lo es, por supuesto. Pero existe uno más importante todavía: el azar, que es la versión destilada de la incertidumbre. Podríamos entrar a debatir si verdaderamente es azar lo que sucede en los mercados financieros, pero en la práctica no existe mucho lugar para dudas, en la medida en que las previsiones a futuro son tan especulativas que la mayor parte de la labor de los analistas consiste en interpretar a toro pasado los comportamientos de los mercados, creando la ilusión de que algo se atisbaba desde un principio. De ahí que muchos identifiquen, de forma intuitiva, esta tortuosa volatilidad de los mercados con lo que ocurre en los salones de los casinos.

Áyax y Aquiles jugando a los dados a las puertas de Troya.
Esta comparación va más allá de cualquier metáfora porque ciertamente dinero e incertidumbre son la base de todos los juegos de azar. Cuando se combinan pueden llegar a tener un efecto impresionante sobre la mente de las personas. Se ha demostrado a nivel experimental que la expectación ante una posible ganancia es mucho más intensa cuando ésta no es segura, en comparación con lo que sucede cuando el resultado se conoce con certeza. Lo mismo sucede con las adversidades, como bien saben los torturadores o maltratadores profesionales, que aprenden que aplicar el castigo de forma arbitraria e imprevisible incrementa exponencialmente el terror y la indefensión de la víctima.

Algunas personas, por su peculiar tolerancia al riesgo y/o necesidad de sensaciones intensas, son especialmente proclives a participar de estas actividades lúdico-inversoras. Por otro lado, cualquiera que esté pasando una época determinada (pongamos, una depresión) y se le cruce el juego (o los mercados) en su camino, puede verse en riesgo de acabar perdiendo el control de sí mismo.

Es por ello que ya no resultan extraños para los profesionales de la salud mental los casos de adicción a la inversión de capitales, como bien se explica en este artículo de El País. El riesgo de desarrollar una adicción a las inversiones es equiparable al de cualquier otra ludopatía. Simplemente tienen que darse las condiciones adecuadas.

En el caso concreto de Forex, además de este núcleo común a todos los juegos de azar, no podemos dejar de apreciar algunas semejanzas con otros dispositivos con alto potencial adictivo. Pondremos algunos ejemplos:

Ilustr: Owen Freeman
· Con las tragaperras (slot machines): dispositivo unipersonal, con estímulos luminosos intermitentes, facilitador del aislamiento social y de la pérdida de la noción del tiempo.

· Con la ruleta de casino: posibilidad de exponerse a grandes ganancias y grandes pérdidas en corto plazo de tiempo, aureola de sofisticación y prestigio social.

· Con los juegos de cartas, en especial el póker: aureola de prestigio social (en auge desde que se promociona como un deporte más) y una combinación especilmente atractiva de azar (alea) y habilidad (agon), que potencia los sesgos cognitivos de control y sobreestimación de las propias capacidades.


¿Quiere esto decir que cualquier persona que invierta en Forex corre el riesgo de padecer una adicción? Ni mucho menos.



¿Cómo reconocer la adicción?


Como ya hemos tratado en otras entradas de este blog, la adicción se define por un tipo de relación peculiar mantenida con una actividad, sustancia o persona. En esta relación encontraríamos:

a) Disminución o pérdida del autocontrol
b) Problemas o dificultades significativas a nivel personal
c) Autoengaño y mentiras al entorno

Esta relación, mantenida en el tiempo, genera hábitos nocivos y provoca un deterioro progresivo de la personalidad, en la medida en que crece la brecha entre lo que se es y lo que un cree ser.

Aplicado al caso del Forex deberíamos precuparnos cuando:

AUTOCONTROL
Pasamos más tiempo del programado frente al ordenador. Nos roba horas de sueño. Pasamos a comer o cenar frente a la pantalla. Se invierte más dinero del planeado, especialmente si es para recuperar pérdidas recientes. Resulta difícil mantener una estrategia inversora a medio-largo plazo. La idea de invertir está en mente de forma habitual.
PROBLEMAS
Disminuyen el interés y el tiempo dedicado a actividades antes significativas (familia, trabajo, ocio), aparecen irritabilidad y falta de concentración ante exigencias del día a día ajenas a Forex, se deteriora la economía personal, se solicitan préstamos y generan deudas.
AUTOENGAÑO Y MENTIRAS
Aparecen excusas y justificaciones cuando falla el autocontrol, se racionalizan los reveses económicos o se confía ciegamente en una posible recuperación, se ocultan las pérdidas y se mencionan únicamente las ganancias, se reconocen menos horas frente al ordenador de las dedicadas realmente, se exagera el carácter “laboral” de Forex para justificar la dedicación.

No es fácil que uno se de cuenta de todo esto por sí solo. La conciencia de la situación puede aparecer a veces de forma fugaz para desvanecerse detrás del autoengaño. Muy poca gente disfruta sintiendo que pierde el control para actuar como quisiera, por lo que la mente nos protege automáticamente modificando parcialmente nuestra percepción de la realidad. El papel del entorno (familiares, amigos), como en cualquier adicción, será clave para desvelar lo que está ocurriendo y poder brindar apoyo.

Esto puede ser más difícil que en otras adicciones, puesto que Forex requiere un cierto nivel de formación técnica para ser comprendido, y resultará sencillo para el inversor ocultar información sensible. 

Por otro lado, es fácil que Forex pase como una forma de trabajo (lo que debiera ser idealmente), aunque en esos momentos esté tomando las riendas la parte lúdica del proceso. Por último, el mundo financiero puede deslumbrar en ocasiones por resultar altamente atractivo, transmitiendo una sensación de eficacia que puede distar mucho del estado de nuestras cuentas. Ser ajeno a todo esto esto no conseguirá sino aislar a la persona durante más tiempo junto con su problema, agravando el pronóstico.

En cualquier caso, una persona que reconozca en sí mismo las señales de la adicción habrá dado el que sin duda será el paso más importante en la recuperación, basada principalmente en el tratamiento psicológico grupal y el apoyo tanto a nivel individual como familiar. 

La ambición o la codicia, como afirmaba Gekko, no tienen por qué ser necesariamente nocivas, pero para poder beneficiarnos de ellas debemos estar al tanto de su alcance, y de nuestras limitaciones como animales parcialmente racionales.


Bibliografía.

Currency trading for dummies. Mark Galant & Brian Dolan.
Homo ludens. Johan Huizinga.
Los juegos y los hombres. Roger Caillois.
En deuda. Una historia alternativa de la economía. David Graeber.

lunes, 9 de junio de 2014

El enemigo oculto de Pesadilla en la Cocina

¿Solo un reality gastronómico?

¿Tiene sentido hablar en un blog de salud mental acerca del programa televisivo de Alberto Chicote? Esta semana os invitamos a compartir algunas reflexiones que nos hacen pensar que sí.

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El caso es que, entre la irregular parrilla española, destaca en las noches de los lunes este programa de formato tan repetitivo como eficaz. Para quien no esté al corriente diremos que el asunto funciona así: un restaurante o bar en apuros busca la fórmula para salir del atolladero, por lo general consistente en acumular deudas y ver desfilar clientes hacia los locales de la competencia. Las víctimas de tal descalabro contactan con la cadena de televisión y, tras firmar un contrato de colaboración, se preparan para recibir a una especie de Equipo A gastronómico comandado por Alberto Chicote.

Chicote, afamado y rechoncho cocinero, amante del buen comer y de hablar a las claras, llega a la zona cero, se sienta a probar los platos, conoce al personal, analiza la rutina de trabajo y, una vez visto lo que se cuece detrás del ruinoso negocio, se decide a pasar a mayores. Con su característica espontaneidad y alopecia lingual desata un aluvión de verdades sobre los responsables del desaguisado. Obviamente esto da paso a que crezca la tensión, se rompan algunos platos y surja el espectáculo, que es de lo que se trata.

Razones para el cotilleo

Daría para una entrada o dos el analizar a fondo las claves del éxito de este tipo de realities televisivos. Entre ellas se encontraría sin duda la curiosidad que todos podemos sentir al fisgonear en la trastienda de algo tan familiar como el salir a comer fuera de casa. Pero no añadiremos mucha más leña al eterno debate de por qué nos gusta ver a otras personas interactuar en televisión. Preferimos remitir al lector interesado a uno de nuestros blogs favoritos, que fundamenta sus razonamientos desde un punto de vista biológico bastante esclarecedor. Por nuestra parte, nos limitaremos a confesar los dos motivos por los que nos gusta Pesadilla en la Cocina (a partir de ahora PELC).

El primero de ellos es que (asesorado o no) Alberto Chicote demuestra habilidades propias de un psicólogo bastante por encima de la media. En pantalla parece tener la intuición suficiente para valorar un entorno complejo y detectar: 1) Cómo se reparte el poder entre los miembros de la plantilla y 2) Cuál es el estilo de comunicación empleado para dirimir los inevitables conflictos. Además, sabe emplear intervenciones paradójicas, arroja luz sobre los dilemas y aprovecha bien los clímax emocionales para forzar lo más importante: una toma de decisiones que lleve al cambio.

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El segundo motivo es que nos gusta repasar el repertorio de diferentes problemas y desafíos a los que se enfrenta la gente, aunque parezca que los propios de un restaurante no tengan que ver demasiado con nuestras vidas. Esos problemas son los mimbres de la pesadilla semanal de Chicote. A veces se componen de asuntos específicos e inesperados, como ratones que pasaron a mejor vida y ahora reposan bajo los fogones. Otros obstáculos vienen a ser los sospechosos habituales para el cocinero, viejos amigos del oficio: la falta de higiene, la comida congelada, la descoordinación de las comandas, los roces entre socios...

Sin embargo, existe un problema que surge de forma esporádica y aún así parece ser capaz de escapar a la atenta supervisión de Chicote. Oculto en el lugar más visible del local manda negocios antes prósperos a la ruina más lamentable. Realiza ostentosas apariciones a lo largo del programa mientras observa el curso de los acontecimientos de forma impasible. No se le menciona ni ataca, como si fuera un enemigo invisible, o quizás demasiado complicado de manejar... Nos referimos al alcohol.

El enemigo oculto en la cocina

¿Hasta qué punto puede ser problemático el alcohol? Por respeto a la intimidad de los participantes de la versión española de PELC no vamos a personalizar al reflexionar sobre este asunto. Creemos que el telespectador puede repasar sus recuerdos o revisitar alguna temporada en busca de los diferentes episodios en los que el alcohol ha causado estragos, para así contrastar con lo que aquí se exponga. En algunos de los episodios el enemigo oculto aparecerá de forma sugerida y tangencial, como un visto y no visto. En otros casos su presencia será, paradójicamente, algo sangrante.

Fuente: REUTERS/ABDULLAH MUHSEN
Desde los camareros que se sirven cañas durante la jornada laboral, pasando por los cocineros que avivan su interés por los fogones litrona en mano, hasta las bodegas de selectos vinos saqueadas por sus propietarios, parece dibujarse una situación para nada extraña en el sector hostelero: la de beber en el trabajo, a veces en exceso. ¿Cuál es la lectura que se hace de este fenómeno?

Para Chicote y los espectadores que entramos de forma puntual en la vida de estas personas, la actitud que se demuestra hacia el alcohol -un producto más, al fin y al cabo, de entre los destinados a los clientes- nos puede parecer en ocasiones caprichosa, o más bien poco profesional. Para otros puede tratarse de algo trivial, completamente comprensible. Algunos lo justificarán alegando que, por etílico que sea, el producto les pertenece y pueden darle el uso que crean conveniente. Otros le quitarán hierro al asunto pues, si hay más gente que bebe en el recinto, ¿por qué no habría de hacerlo uno mismo? Parece que ni la voz en off que guía el programa ni el propio Alberto Chicote van más allá de ciertos comentarios puntuales apuntando que beber demasiado no va a ayudar a reflotar el negocio. Por lo general acaban haciendo caso omiso del elefante en la habitación para pasar a alguna otra cosa.

Para ser justos con el chef diremos que, obviamente, el objetivo del programa no es ayudar a superar los problemas mentales que puedan padecer sus protagonistas, aunque influyan. Entendemos que los participantes no han dado su consentimiento para ello y, por intuitivo que sea, Alberto Chicote no deja de ser cocinero. Pero el problema del alcoholismo está ahí, y nos preguntamos si se estará identificando cuando aparece dando la cara. En nuestra opinión el programa no es suficientemente explícito al respecto. Prácticamente nunca se menciona la posibilidad de que se esté sufriendo una adicción al alcohol. No se contempla que esa persona irascible, veleidosa, inmadura, esté padeciendo una enfermedad que altera de forma progresiva su personalidad.

Factores y personas de riesgo

Para no dejarnos influir demasiado por nuestra deformación profesional al interpretar este asunto decidimos llevar a cabo una búsqueda (no muy sistemática, hay que reconocerlo) en las redes sociales. Queríamos conocer la opinión espontánea de los espectadores cuando aparecía el enemigo oculto. Nos interesaba saber si consideraban o no que pudiera existir una enfermedad condicionando el desempeño de los protagonistas. Empleamos la red social Twitter para rescatar los comentarios del público empleando los hashtags correspondientes a programas en los que consideramos existía una dependencia del alcohol por parte de uno de los participantes. Visitamos también algunos foros offline populares con el mismo objetivo.

Salvo alguna excepción muy puntual (dos de cincuenta, aproximadamente) recomendando acudir a Alcohólicos Anónimos, la mayor parte de los comentarios hacían alusión al vicio, la afición a la juerga, al beber, a diferentes drogas... Unos más jocosos, otros más castigadores, casi todos los comentarios se lamentaban por la degeneración personal que veían en forma de altercados, exabruptos, torpezas y derrotismos propios de la intoxicación aguda, pero no parecían señalar vínculos con trastorno o enfermedad alguna. Dicha degeneración parecía algo como caído del cielo o, como mucho, consecuencia de una personalidad problemática desde los inicios. Es cierto que tampoco podíamos esperar mucho más de los subproductos de un programa de puro entretenimiento, pero la situación no dejaba de preocuparnos. ¿Por qué somos ciegos a este problema? ¿Por qué tan poca gente ve el elefante?

Montaje de Bansky.
Nos produjo una grata sorpresa descubrir que, en la versión británica del programa (Ramsay´s Kitchen Nightmares UK), sí hubo un caso que se detectó y trató de forma ejemplar. De hecho dio lugar a un agradecimiento público, allá en el año 2006, por parte de Lenin Dooris, uno de los participantes del programa, quien afirmaba que el chef Ramsay le había salvado la vida al hacerle afrontar su problema. Durante la grabación del programa Dooris había sufrido un desmayo, inicialmente atribuido a un posible infarto cardíaco, que posteriormente el propio cocinero reconoció atribuible a su delicado estado de salud física tras años de adicción al alcohol. Ello motivó una doble intervención por parte del chef Ramsay, quien aconsejó a Lenin que diera prioridad a su salud y abandonase el negocio hasta haberse recuperado, e incorporó al episodio una interesantísima entrevista a Michael Quinn, a quien conocemos durante este video:

Os recomendamos avanzar directamente al fragmento de 32:13 a 36:07


Nos parece básico resaltar la importancia de lo que afirma Quinn: “si cruzas la línea de la adicción y te haces alcohólico ya no puedes volver a ser bebedor social. [Lenin] necesita apartarse, la fuerza de voluntad ya no es suficiente. Para recuperarte necesitas rendirte y admitir tu derrota.” Así de duro y así de cierto. Tanto como esperanzador cuando se comprende y se lleva a la práctica.

Quinn habla de un problema real: la combinación explosiva que se produce cuando se juntan un entorno de riesgo para el consumo y determinadas personas con una predisposición hacia el alcoholismo, la cual no podemos conocer hasta empezar a beber. Desde hace tiempo sabemos que el 4% de la población española padece de alcoholismo, y la cifra de personas en riesgo de sufrir la adicción es mucho mayor. El de la hostelería, por supuesto, no es el único sector que puede considerarse de riesgo a la hora de desarrollar adicciones. Los representantes comerciales, los trabajadores nocturnos, los agentes de bolsa, los médicos... cada uno de ellos por sus propias razones, presentan una tendencia mayor que la media poblacional a la hora de desarrollar una adicción al alcohol u otras sustancias y conductas. La clave del asunto es: ¿cómo darnos cuenta de cuando ya no es un riesgo potencial, sino algo que ya está sucediendo?

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Quizás una de las razones por los que el chef Ramsay lo viera radica en su propia historia personal. Como él mismo ha reconocido, durante su infancia hubo de convivir con el alcoholismo de su padre, lo cual probablemente contribuyó a que llegado el momento se mostrase tan dispuesto a ayudar a Lenin. Pero no sólo vio el alcoholismo, prácticamente invisible para la madre del afectado, sino que decidió afrontarlo activamente, cambiando el rumbo del episodio en lugar de negar el elefante y hacer como si nada. Sin duda hace falta un marco mental y teórico, información que nos facilite percibir y comprender la realidad. Porque sólo existe para nosotros lo que podemos nombrar. Pero el conocimiento es sólo una parte de la solución.


Además del conocimiento hará falta valentía. Y primero tendremos que ser todos los demás, los que vivimos junto a personas que a veces necesitan ayuda, los que debamos cumplir con estos requisitos. No es tarea imposible. A veces un simple reality nocturno puede marcar la diferencia, y contribuir a que el enemigo oculto en la cocina se haga por un momento bien visible, tanto que la persona enferma pueda empezar a saber contra quién tiene realmente que luchar.

domingo, 11 de mayo de 2014

Mindfull...¿qué?

    Estas últimas semanas hemos estado muy ausentes de la blogosfera. Han sido de mucha actividad laboral y también de aprendizaje. Uno de esos temas acerca del cual nos hemos empapado y profundizado ha sido el Mindfulness, una técnica cada vez más y más presente en la psicoterapia actual. El nombre del curso al que hemos asistido y que tan enriquecedor ha sido, es Método de reducción de estrés basado en el mindfulness (MBSR), y se trata de un programa de ocho semanas desarrollado por Jon Kabat-Zinn en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts para disminuir el estrés, la ansiedad, el pánico, la depresión y el dolor crónico.

   En Madrid, el curso lo dirigen la Dra. Beatriz Rodríguez Vega y la Dra. Carmen Bayón, ambas psiquiatras y psicoterapeutas de reconocido prestigio, y a quienes ya teníamos el placer de haber conocido en el Máster de Psicoterapia Integradora con el que completamos nuestra formación durante la residencia. En las clases de dicho máster fue donde tomamos por primera vez contacto con el Mindfulness, y al principio hay que reconocer que nos creó bastantes reticencias. Una vez que comprobamos que las reticencias no iban más allá de la lógica desconfianza por lo desconocido, y el esfuerzo que supone hacer algo nunca antes practicado, pudimos comprobar que cuanto más lo entrenábamos, mayor capacidad teníamos de encontrarle el beneficio. De ahí que ahora nuestra postura sea totalmente a favor de incorporar esta práctica a muchas situaciones clínicas a las que nos enfrentamos en nuestro trabajo del día a día.

   Las plazas del curso están abiertas a todo el mundo, desde profesionales de la Psicología y Psiquiatría a personas afectadas por enfermedades con dolor crónico, problemas de ansiedad y depresión, profesionales de la Educación (otro campo donde está creciendo también la aplicación del Mindfulness), etc. Los psiquiatras y psicólogos que asistíamos comentamos en la primera sesión que nuestro objetivo era conocer mejor la técnica para poder complementar nuestro trabajo diario buscando una manera más completa de poder ayudar a nuestros pacientes, pero creo que al final todos coincidimos en que la mejor forma de poder utilizarlo ha sido tal y como la plantea el curso: experimentándolo en primera persona en las diferentes prácticas (siendo el programa eminentemente práctico) que se ofrecen.

Ilustración vía vivirenatencionplena.blogspot.com


¿Qué es el Mindfulness?

   Kabat Zinn lo definió como “prestar atención de manera particular, como propósito, en el momento presente y sin juicios mentales”. No ha habido consenso acerca de una traducción en español (en una sola palabra) que permita conservar el significado exacto. Lo que más se aproximaría sería llamarlo atención plena. Es decir, focalizar la atención en sensaciones, emociones, pensamientos… en el momento presente.
El mindfulness sería una cualidad de la mente que ha sido mucho más entrenada en las filosofía oriental por medio de la meditación. La cultura que vivimos en Occidente es más un modo de vida basado en la acción, en cambio, el estilo de vida oriental contempla el aprendizaje mediante la observación de la experiencia.

   El entrenamiento de ser conscientes de nuestras sensaciones, pensamientos, emociones en un momento dado, en el aquí y ahora, nos permite dar respuestas más ajustadas, en lugar de reaccionar (sin tomarnos esos segundos de hacer balance decisional) ante los diferentes estímulos que el día a día nos va planteando. Y además, e igualmente importante, nos permite entrenar la cualidad de no juzgar contínuamente pensamientos, emociones... tratándonos a nosotros mismos con amabilidad, actitud que con demasiada frecuencia pasamos por alto convirtiéndonos a veces en el juez más severo para con nosotros mismos.

Ilustración vía www.eus3.es


¿Para qué nos puede servir el Mindfulness?

   En realidad, y como hemos explicado, cualquier persona puede encontrar beneficios en la práctica del Mindfulness, ya que supone un cambio de actitud para con nosotros mismos, tratándonos con mayor amabilidad y ausencia de juicios constantes, y nos ayuda a ser más conscientes del momento presente y más dueños de nuestras decisiones, emociones, sensaciones y pensamientos. No se trata de concentrarse, se trata de tener una atención relajada que deja que las cosas fluyan y lleguen a nuestra conciencia. Darse cuenta de lo que ocurre en cada instante, como si fuera la primera vez que ocurre.
Otro principio que promueve el Mindfulness es el de la aceptación. Esto significaría tomar conciencia y admitir todo aquello que se origina dentro de nosotros momento a momento tal y como es. Dejar ir y no apegarse. Nuestra mente se aferra a determinados estados, sobre todo cuando son agradables y pretendemos que permanezcan y no cambien, pero las sensaciones, emociones y pensamientos no responden a nuestros deseos, van y vienen, hay que dejar que aparezcan y se vayan y ser testigos de su fluir, sin apegarse a ellos. La práctica del Mindfulness nos aporta el poder observar y explorar con distancia nuestras sensaciones, emociones y pensamientos y no apegarnos a ellos de manera inconsciente con resultados indeseados, como sucedía en las trampas para monos.

   El Mindfulness está siendo cada vez más incorporado en prácticas de psicoterapia occidental. Como decíamos, está aportando muy buenos resultados en el tratamiento de patologías como ansiedad, depresión, trastornos somatomorfos, dolor crónico, etc. Kabat-Zinn expone: “nosotros no somos nuestra ansiedad ni nuestros temores, y por tanto estos no tienen por que dominar nuestra vida”. Al prestar atención a nuestro pensamiento, nuestra relación con él cambia. Otro de los beneficios que aporta es el de favorecer una mayor conexión entre mente y cuerpo, que aunque están íntimamente relacionados, a menudo seguimos estableción una línea divisoria que podría ayudarnos a explicar muchas dolencias y problemas de salud que no encuentran respuesta en una medicina meramente somática y organicista.

Ilustración vía www.priotime.com



   Para terminar, queremos compartir este poema de Portia Nelson, una ilustración perfecta de la diferencia entre ser conscientes del momento presente y no serlo.


AUTOBIOGRAFÍA EN CINCO CAPÍTULOS CORTOS

Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro,
Estoy perdido... me siento impotente
No es culpa mía.
Tardo una eternidad en salir de él.

Bajo por la misma calle,
Hay un hoyo profundo en la acera.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos... es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.

Sé dónde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de él.

Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso de lado.

Bajo por otra calle.

domingo, 30 de marzo de 2014

Doctor Krupov. El guiño ruso a la sinrazón.


Editorial Ardicia. Portada de Frida Stenmark.

Esta semana, para despedir el mes, nos gustaría salirnos un poco del marco terapéutico en el que los profesionales tendemos a encasillarnos, acomodados en la inagotable teoría, aturdidos por los lances de la consulta diaria. Haremos para ello una pequeña incursión literaria de la mano de varios compañeros de excepción.

 Nunca es mal momento para mirar más allá del propio ombligo, pero es probable que en este marzo del catorce hasta el más desinformado se haya visto más o menos obligado a contemplar el regreso a los escenarios de ese personaje eterno de la Historia que viene siendo Rusia, nuestro nebuloso antihéroe de referencia.

Vía: http://www.mrgrayhistory.com/

Desde luego, algo tiene ese gélido, inmenso, espinazo del planeta que parece obligarnos a la introspección, casi nunca amable. Primero a través de los gigantes de la novela psicológica, más tarde exportando la utopía socialista. Ahora, el viento del norte nos trae los improbables amagos de una regeneración nacional con regustos imperiales. Parece el destino de los rusos señalar las contradicciones más profundas de nuestra condición de ciudadanos pretendidamente libres, supuestamente racionales, autodenominados Occidentales.

Coincidiendo con este despertar invernal, la joven Editorial Ardicia publica una de aquellas afiladas miradas rusas, titulada Doctor Krupov. La breve novela adopta nombre de psiquiatra, pero su contenido ilumina intuiciones perennes, cuyas implicaciones desbordan a la psiquiatría, aunque basen su discurso en ellas.



 Para analizarlas contamos con la colaboración de Alberto Fernández Liria, uno de las mentes más activas y lúcidas a la hora de enmarcar, comprender y practicar la profesión de psiquiatra dentro de su contexto social.
El doctor Fernández Liria, además de ser director del Área de Gestión Clínica de psiquiatría y salud mental del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, codirige el máster universitario de Psicoterapia Integradora de la Universidad de Alcalá de Henares. No es exagerado decir que a él debemos la esencia de nuestra formación como psicoterapeutas, y por ello es un doble placer que nos permita compartir sus reflexiones desde este espacio.
Por este motivo, desde aquí le damos la palabra y enviamos un sincero agradecimiento.


Alexandr Herzen. Doctor Krupov. Madrid: Ardicia, 2014.

Retrato de Alexandr Herzen. Nicolai Ge. (Fragmento)
Herzen fue probablemente el mejor representante del exilio romántico ruso. Propugnó una suerte de revolución populista que le pareció que podía ser protagonizada por las masas campesinas. En sus recorridos europeos fue compañero de otros escritores exiliados rusos como Turgeniev u Ogarev y de revolucionarios como Bakunin o Marx con quienes departió, debatió y compartió, y a los que acogió, financió y publicó cuando fue necesario. Con ellos vivió la primavera de las revoluciones que conmovieron Europa en 1848. De su vida, desmesurada, tormentosa y a su modo ejemplar, han dado fe el prolífico Carr y recientemente en nuestro país, en un entretenido volumen con resonancias de Stefan Zweig, Enrique López Viejo, que también prologa la obra que comentamos. La muerte le alcanzó sin darle tiempo, por unos meses a ser testigo del nuevo estallido revolucionario que dio lugar a la Comuna de Paris. Entre sus admiradores declarados figura León Tolstoi.

Doctor Krupov es un escrito de poco más de cuarenta paginas en el que – en una maniobra que siglo y medio después hubiéramos podido tildar de borgiana - Herzen se transmuta en el Doctor Krupov para compartir con los lectores algunas de las ideas contenidas en su supuesta gran obra Psiquiatría comparada.

Ejecución de los Streltsy. Vasily Ivanovich Surikov.
Lo que probablemente pretendía Herzen con este artificio literario era hablar de la sociedad desde la perspectiva que puede dar el contacto con las personas a las que llamamos locas – algo, por cierto, que los psiquiatras parecemos empeñados en dejar de hacer desde que la Década del Cerebro nos envenenó la mente. Quizás sin quererlo hizo algo más. Por lo pronto, nos dejó un especie de retrato robot de la Psiquiatría y de los prejuicios sobre la locura y quienes la encarnan del momento. Pero además, y aquí no cabe imaginar que actuara sin intención, esbozó u especie de programa para una antipsiquiatría o psiquiatría crítica que no vio la luz porque, al fin y al cabo, el Doctor Krupov era un personaje de ficción y el verdadero autor, a los 35 años, estaba preparándose para salir al exilio mientras el texto pasaba de la censura zarista a las galeradas.

El Doctor Krupov nos ofrece su sugerente listado de “indicios principales de la alteración de las facultades mentales” consistentes en:
  1. La conciencia incorrecta e involuntaria de los elementos circundantes
  2. La obstinación patológica, empeñada en conservar esta conciencia incluso con daño evidente para el enfermo; y de aquí
  3. El esfuerzo torpe y constante por conseguir objetivos poco importantes, y el descuido de los verdaderos objetivos”
Vía: http://www.soviethistory.org/index.php
Pero no se resiste a explorar lo que ocurriría si aplicara estos principios al estudio del comportamiento de determinadas figuras sociales. Así, estudia pormenorizadamente las similitudes y diferencias entre dos instituciones como son el manicomio y el tribunal médico municipal (que resultan diferenciarse, sobre todo, por la forma en que se ingresa en una y otra institución porque ambas acaban ejerciendo su efecto sobre sus integrantes de un modo semejante) y se ocupa a continuación de “otros habitantes de la ciudad”. Muchas de las ideas que los críticos de la psiquiatría de los años 60 y 70 del pasado siglo y de los actuales sustentadores de la llamada “Psiquiatría Crítica” están allí esbozadas.

El Doctor Krupov no se priva de utilizar sus observaciones para fundamentar una propuesta terapéutica. Por eso nos recuerda que:

   “Tenemos ya valiosas observaciones a propósito de la posibilidad de mejorar químicamente y modificar la parte espiritual (…). Así por ejemplo, la aplicación conveniente del tratamiento con champán predispone al individuo a la amistad, al valor, al sentimiento de alegría a a los abrazos desbocados.
      El borgoña, aunque actúa exactamente de la misma manera (…) produce un efecto absolutamente distinto: el individuo se vuelve lúgubre, insociable, más dado a los celos que al amor, más al arrepentimiento que al deleite, más al llanto por los pecados de este mundo que a la indulgencia.”

Alberto Fernández Liria
Psiquiatra