domingo, 24 de noviembre de 2013

Prisioneros del sexo



We're not bad people. We just come from a bad place.”
Sissy Sullivan   

© 2011 - Fox Searchlight Pictures


1. Vergüenza

En el año 2011 se estrenó Shame, de Steve McQueen, una cinta que, sin ser la primera que abordaba el tema de la adicción al sexo, sí destacó por la acertada forma de presentarlo. Brandon Sullivan es un ejecutivo neoyorkino que lleva una vida solitaria, pero aparentemente ordenada y eficaz. Brandon es un tipo sereno, bien considerado en su trabajo, deportista, exitoso con las mujeres. Al mismo tiempo, en su impoluta intimidad, adereza las horas con los servicios de alguna prostituta, consume habitualmente pornografía a través de la red y lleva a cabo fugaces juegos de seducción con algunas de las desconocidas que se cruzan en su camino.

Todo parece funcionar en la rutina de Brandon, una rutina fría, cierto, pero no problemática. Pero la llegada de su hermana Sissy provoca que el frágil equilibrio se rompa, sumiéndole en el descontrol. ¿Qué va a ser tan desestabilizador para Brandon? La convivencia. La incapacidad que descubrirá en sí mismo para tener relaciones reales. Un sufrimiento profundo que busca salida en conductas sexuales vacías, instrumentales, insatisfactorias, pero vividas como necesarias.


2. Incomprensión

La adicción al sexo quizás sea uno de los trastornos peor comprendidos de la salud mental, tanto por parte de los profesionales (algunos de los cuales llegan a cuestionar su existencia) como por el público general (que a veces ve en el término adicción una disculpa para una moralidad laxa). Y es que nos resulta difícil entender que el objeto de una apetencia natural, como es el sexo (apetencia destinada a asegurar la supervivencia de la especie) pueda provocar sufrimiento, siendo como es para la mayoría el máximo exponente de placer.

Hay tres conceptos que son la clave de toda enfermedad adictiva, pero que tienden a ser confundidos. Se tratan de los conceptos de necesidad, deseo y placer. Se suele pensar que es el placer lo que mantiene a las personas atadas a sus adicciones. Pero lo que los clínicos vemos en consulta (y que ha sido ampliamente respaldado por la investigación) es que, una vez establecida la adicción, nos encontramos ante un divorcio efectivo entre el deseo de llevar a cabo una conducta y el placer que ésta proporciona. El adicto al sexo no disfruta con el mismo, pero siente un deseo incesante y reiterado que le empuja a la acción, muchas veces para aliviar el malestar del propio requerimiento. Los mecanismos que controlan la motivación se han acabado alterando y, por ello, ni todo el sexo del mundo podría saciar a quien padece una adicción al mismo.

© 2011 - Fox Searchlight Pictures
No es raro que, ante los relatos de personas que indudablemente sufren una adicción al sexo, surjan medias sonrisas y comentarios socarrones. Esto sucede incluso en la terapia de grupo con otros pacientes adictos. No es difícil de entender, por tanto, que la vergüenza sea el sentimiento que más condiciona la vida de estas personas, añadiéndose a los ya presentes en la mayoría de adicciones: culpa, impotencia, frustración... Muy pocas veces se habla espontáneamente del problema en la consulta, ya que el afectado vive que la incomprensión va a ser la norma. En el caso de las mujeres esta sensación de aislamiento es doble.

A veces este sufrimiento representa una carga tan importante que acaba desembocando en una serie de intentos por sobrellevar el malestar. Muchas de estas estrategias a la larga serán dañinas. Son frecuentes el consumo abusivo de alcohol, la dependencia de psicofármacos y el desarrollo de crecientes problemas de pareja. Esto no hará sino enmascarar el problema inicial mientras la persona va ahondando en la contradicción personal que caracteriza a la enfermedad.

3. Adicción


La adicción al sexo puede tener muchas apariencias. Puede que se manifieste a través de la masturbación compulsiva, las fantasías que desvirtúan la realidad, la preferencia del sexo con prostitutas, las conductas de riesgo para obtener excitación, el cibersexo o bien una mezcla de todas las anteriores. ¿Cómo sabemos entonces cuándo nos encontramos ante una adicción al sexo? No se trata de un problema de frecuencia ni de intensidad de las conductas. Lo que es característico de este cuadro es el sexo instrumentalizado, separado de las emociones que van ligadas a las relaciones humanas. Cuando el sexo forma parte de la relación entre dos personas, éste nos procura bienestar, pero solamente si el otro también lo obtiene, Cuando esto no es así, si sólo se mira por el propio placer, el sexo se cosifica, iniciándose el cortocircuito mencionado entre los mecanismos de placer y deseo

© 2011 - Fox Searchlight Pictures
La ausencia de intención relacional es una clave. La otra es la percepción de la pérdida del control. A medida que se desarrolla la enfermedad el deseo se va haciendo más exigente, restringiendo progresivamente la libertad de la persona. Cuando una persona se ve empujada a actuar en contra de lo que quisiera para sí misma se va produciendo un ataque frontal contra la autoestima, frente al cual muchas veces el autoengaño a través de justificaciones, la ocultación y las mentiras, son sólo estrategias de supervivencia. Si se mantienen durante años (y la vergüeza facilita que esto sea así) esto acaba teniendo efectos distorsionadores sobre una personalidad que se torna inmadura.


Afortunadamente, si se reconoce el problema a tiempo, la adicción al sexo puede ser tratada por medio de la terapia psicológica, siendo la más efectiva la que se lleva a cabo en grupos. El tratamiento está orientado a comprender la enfermedad y a iniciar un reaprendizaje de las conductas sexuales, reincorporándolas a las relaciones humanas reales y absteniéndose de aquellas que son emocionalmente estériles. Casi siempre se descubre que el origen del problema no está en el placer, sino en las dificultades que estas personas suelen arrastrar en su biografía, especialmente patentes en la dificultad para abrirse a los otros y asumir las necesidades de los demás.
© 2011 - Fox Searchlight Pictures


Las claves:
  • La adicción al sexo comprende sexo cosificado y pérdida del control.
  • Se hace especialmente patente el divorcio entre placer y deseo.
  • La vergüenza suele llevar a mantener el problema oculto y enmascarado por otros trastornos secundarios (alcoholismo, problemas de pareja...)
  • Existe tratamiento psicoterapéutico. Cuanto antes se inicie menores serán las consecuencias negativas que la adicción tiene sobre la personalidad.


En próximas entradas abordaremos:

· Cómo entendemos la adicción: más allá de la dependencia
· El modelo integral de las adicciones a la luz del DSM V 


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